La boda de Bea y Juan fue muy especial para Noonu, el hermano de Bea se casó unos años antes y estuvimos en su boda «Una boda en Madrid en la finca La Reserva» y eso para nosotros es lo más importante, nos encanta volver a verlos y que vuelvan a confiar en nosotros, es un regalo!
El 14 de octubre los padres de Bea se casaron 39 años antes en ese mismo lugar, Bea es muy detallista y muy de los suyos y no eligió un dñia cualquiera para casarse.
Bea nunca había pensado en cómo sería su traje de novia. Sin embargo, una vez que se vio con el diseño que había elegido, tuvo claro que era el vestido perfecto. Con cuerpo de manga larga en crepe y falda brocada, lo que más le gustaba era, sin duda, la espalda. Sabía que quería un vestido discreto pero que a la vez reflejara juventud y elegancia. El toque original estaba en los zapatos de color azul, y para complementarlo, una diadema de flores preservadas, unos pendientes de perla y diamantes, regalo de su suegra, y su anillo de pedida que Juan le había regalado.
Juan llevaba un chaqué color gris oscuro con gemelos de la trifuerza, regalo de sus suegros, y como recuerdo de su abuelo llevó su reloj.
La emotiva ceremonia religiosa tuvo lugar en el Santuario de Nuestra señora de la Barquera, de la que la novia es cofrade. La decoración floral fue a base de margaritas blancas, su flor favorita, y especialmente emotiva fue la actuación de la Coral Barquera, que cantó a la virgen de la barquera a la entrada de la novia. Bea llegó en un Daimler 250 V8 que conducía su hermano Rafa, acompañada de su padre y de sus primos pequeños y su ahijado Fico. En la ceremonia no faltaron palabras de elogios de esta bonita pareja.
El reportaje de pareja que les hicimos fue en e el Convento de San Luis, una joya del siglo XVI cuya visita fue una gran experiencia para nosotros.
La celebración tuvo lugar en una típica casona cántabra que resultaba espectacular con la luz del otoño. Los novios querían que sus invitados experimentasen el norte, y por ello el aperitivo tenía un indudable acento norteño con rabas, quesucos o cocido montañés. Un sitting marinero reflejaba el amor de los novios por la lectura, pues eran dibujos realizados por el padre de Juan, que mostraban lugares ficticios de la literatura. Esto, junto con muchos otros detalles que estuvieron presentes durante la boda, fueron trabajo de la novia y la hermana del novio que la ayudó para que todo estuviera perfecto.
Hubo muchas sorpresas: notas de agradecimiento personalizadas para cada uno de los invitados; narices de payaso para hacerse una foto solidaria por Juegaterapia, fundación con la que colaboraron en este día tan señalado; un baile de lindy hop preparado con mucho cariño por los novios; incluso un divertido fotomatón que no dejó de funcionar en toda la fiesta.
El día fue increíble y gracias a un tiempo maravilloso todos pudieron disfrutar de esa preciosa tierra y de su hospitalidad.
Un día par nuestra memoria!